Apenas tuve tiempo de despertarme y la pesadilla empezó a ser realidad. Por más que alargaba el brazo, sólo pude sentir la frialdad del raso. Nada de carne alrededor, así que empecé a llamarla a voces, desgarrándome la garganta con su nombre. Luego recorrí desnudo cada estancia en busca de indicios que desmintieran la muerte de mi vida en pareja. Pero nada me daba seguridad, porque ella podría haberse ido con lo puesto, dejándome solo, desnudo, de rodillas frente a la puerta y rogando a lágrima viva su regreso. Mi llanto quedó silenciado por el ruido de las llaves y sus palabras: "¿Otra vez así? Cualquier día de éstos cojo la puerta y me largo. Traigo churros".
Microrrelato ganador del 18/01, comienzo de José Antonio Marina
Autor: Elena González Vega
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